Como un lento vals que te lleva entre susurros el olvido a contemplar en la agonía triste de atardeceres que se niegan a extinguirse para fenecer en los brazos plateados de aquella luna que brilla satisfecha en su plenilunio.
Allí tu ser divaga complacido al ser teñido por esos rayos que enrojecidos por la tristeza sucumben ante los sueños idos en los años vividos, sin recordar.
Póstumos de ayeres embargados por la complacencia sublime del momento ya extinto que se fuga hacia el tiempo infinito que no pudo volver pues a tiempo ido, es perdido.