Así la sangre se aquieta
abrazando mucho más
mi corazón al llegar el otoño...
Y se viste de ocre
recordando al sol
atardecido...
O la luna saliendo
vestida de sepia
amando al sol...
Y se aquieta mi alma
en un suspiro que se va,
como las hojas ocres
llevadas por el viento...
Y se aquieta en una quietud
casi mortuoria en las puertas
del invierno...
Y se aquieta mi respiro
al sentir un beso robado,
en los labios enamorados
de un amor profano...
Ariadna de Alejandría
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