La noche punzaba en millones de estrellas
y en un parpadeo centelleante
sucumbió ante mí, la idea, más que idea
la necesidad absoluta de un devenir pacífico
en una tierra que no es mía, allá por Medio Oriente...
La noche seguía punzando pero sin estrellas
con una melodía triste que calaba hasta lo más hondo,
lo más profundo que cabía en mí...
en algún recoveco de mi alma que no brilla y es oscura
se encendió como tea ardiente, ese deseo apasionado,
¡veré algún día en esa tierra que amo tanto la paz!
Y la noche con su oscuridad complaciente y mágica
me guiñó un ojo y supe que todo lo que realmente
nos cuesta y por lo cual luchamos con abnegación.
sacrificio, voluntad férrea y esa fé inquebrantable,
se consigue porque lo que cuesta es lo que valoramos...
Ariadna de Alejandría
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