Me pasé como un suspiro aletargado
acariciando tu piel... despacio...
alabé tus sentires intensos
y amé con mi corazón pleno
tu geografía que gemía dolor...
Tuve miedo de los recuerdos
que torturan tu mente
y complaciente seduje tu ser
con caricias hirientes...
Intenté darle calor al hielo
que a tu alrededor tus enemigos
creaban llenándolo de silencio
amortajado de muros
y la soledad de la incomunicación
la quebré con el grito pleno de mi voz...
¡Quiero que me escuchés aunque sea vagamente!
¡no estás sola Palestina y esos muros!
¡no serán mortaja ni ataud...!
Lloré al ver mis manos
manchadas con sangre
la de aquellos que ya no están...
sus espectros quieren justicia
y no hay nada más terrible
que un alma que la espera...
Un olivo se mecía al viento
de la tarde...
era un atardecer extraño
había una sensación
de plácida armonía inusual
como la de un sueño...
Que te llena y regocija trayéndote paz...
la misma que habita en la conciencia
de tu pueblo porque ellos son inocentes...
Rememoré ese sueño al despertar
con lágrimas en mis ojos
muy angustiada lloraba y mi pena
agobiaba aun más mi corazón...
Entonces me abracé muy fuerte
como si te abrazara a tí y tu
tuvieras cuerpo, amada Palestina,
Te dije -No estás sola te amo
desde lo más profundo de mi corazón...-
respiré profundamente para terminar
mis palabras -Tu gente es la representación
vívida de tí... no están solos...-
Ariadna de Alejandría
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