miércoles, 8 de diciembre de 2010

Un deseo profundo


La noche punzaba en millones de estrellas

y en un parpadeo centelleante

sucumbió ante mí, la idea, más que idea

la necesidad absoluta de un devenir pacífico

en una tierra que no es mía, allá por Medio Oriente...


La noche seguía punzando pero sin estrellas

con una melodía triste que calaba hasta lo más hondo,

lo más profundo que cabía en mí...

en algún recoveco de mi alma que no brilla y es oscura

se encendió como tea ardiente, ese deseo apasionado,

¡veré algún día en esa tierra que amo tanto la paz!


Y la noche con su oscuridad complaciente y mágica

me guiñó un ojo y supe que todo lo que realmente

nos cuesta y por lo cual luchamos con abnegación.

sacrificio, voluntad férrea y esa fé inquebrantable,

se consigue porque lo que cuesta es lo que valoramos...


Ariadna de Alejandría