sábado, 18 de diciembre de 2010

No están solos...

Me pasé como un suspiro aletargado

acariciando tu piel... despacio...

alabé tus sentires intensos

y amé con mi corazón pleno

tu geografía que gemía dolor...


Tuve miedo de los recuerdos

que torturan tu mente

y complaciente seduje tu ser

con caricias hirientes...


Intenté darle calor al hielo

que a tu alrededor tus enemigos

creaban llenándolo de silencio

amortajado de muros

y la soledad de la incomunicación

la quebré con el grito pleno de mi voz...


¡Quiero que me escuchés aunque sea vagamente!

¡no estás sola Palestina y esos muros!

¡no serán mortaja ni ataud...!


Lloré al ver mis manos

manchadas con sangre

la de aquellos que ya no están...

sus espectros quieren justicia

y no hay nada más terrible

que un alma que la espera...


Un olivo se mecía al viento

de la tarde...

era un atardecer extraño

había una sensación

de plácida armonía inusual

como la de un sueño...


Que te llena y regocija trayéndote paz...

la misma que habita en la conciencia

de tu pueblo porque ellos son inocentes...


Rememoré ese sueño al despertar

con lágrimas en mis ojos

muy angustiada lloraba y mi pena

agobiaba aun más mi corazón...


Entonces me abracé muy fuerte

como si te abrazara a tí y tu

tuvieras cuerpo, amada Palestina,

Te dije -No estás sola te amo

desde lo más profundo de mi corazón...-

respiré profundamente para terminar

mis palabras -Tu gente es la representación

vívida de tí... no están solos...-


Ariadna de Alejandría